María Gabriela nació en aquella sabana de Barinas, y en ese día tan especial siempre íbamos en su cumpleaños a los desfiles y las cosas del Día de la Bandera. Entonces ella asociaba todo aquel colorido a su cumpleaños. Un día le dije: “Yo te iba a poner María Bandera”. “¡Papá, te hubiera demandado!”. Porque María salió así, libre como el viento, como la bandera. Ella ondea así.
Cuántos recuerdos. Tu infancia más lejana, tu compañía en los desiertos; nunca fue un desierto, siempre estaba alguien allí. Nunca uno anda solo, incluso Jesús siempre anda con nosotros, el de Nazareth. María siempre allí, con su alegría, sus cosas, con sus brincos. Una vez se cayó de un guayabo allá en Elorza y se le zafó el brazo. Tenía como siete años. Tuve que traérmela en un camión, en pleno invierno, hasta Barinas.
Yo con aquella niña por aquellos caminos intransitables, con aquel brazo que le bailaba. La operaron en Barinas y le pusieron el brazo en su sitio. Luego, yo le pichaba a Huguito y María “quechaba”. Ella me lanzaba de regreso y la pelota salía hacia los lados. No la lanzaba derecho. Yo le decía: “Tú eres brazo loco”, así que le decían “la brazo loco”.